La primera semana

Entonces comenzó un nuevo semestre y con él una nueva oportunidad de hacer las cosas mejor, de aprender muchas cosas y conocer personas nuevas. No se en que momento se me fue la semana tan rápido pero asumo que entre ir a clases, tratar de adaptarme al nuevo horario, no tener carro (se me daño la batería - de nuevo), dormir en casa de mis sobrinas y llevarlas al colegio (es una experiencia inigualable <3)... Si, en algún momento entre tantas cosas la semana pasó volando.

Cuando me cambié de carrera (de Arquitectura a Comunicación) no fue una decisión fácil, tuve mucho miedo pero había una sensación dentro de mi que me decía que debía seguir adelante porque cosas buenas vendrían, nunca imaginé las bendiciones que me traería semejante cambio en mi vida.

El cambio de carrera no solo me dio al hombre más espectacular que conozco quien es mi novio sino a mi hermano, mi mejor amigo, mi ángel de la guarda y un ser de luz que se que solo Dios pudo habérmelo puesto en el camino.

Debo confesarles (que se que no es ningún secreto) que muchas veces lloraba solita de pensar que algo hubiese sucedido diferente y por circunstancias de la vida no nos hubiésemos conocido. Pero agradezco tanto al Universo que no fue así, que todo se dio perfecto, como un milagro sucediendo en tiempo real y del que ninguno de los 3 éramos conscientes.

Elías debía comenzar la carrera en septiembre del 2012 pero ese año por distintos motivos no pudo hacerlo, tampoco comenzó en enero porque estuvo de viaje visitando a su papá y de comenzar perdería demasiadas clases. Manu dejó Ingeniería cuando como yo no pudo más y decidió perseguir lo que siempre había amado pero que por distintas condiciones del momento no lo había hecho.

Nunca lo he contado (o eso creo) pero yo en un principio me inscribí en el horario de la tarde, primero porque me gustaba ir al gym en la mañana y pensaba que de esa manera podía organizar mejor mi tiempo. Terminé pasándome a la noche porque comencé a trabajar en una agencia de publicidad como Community Manager y debía cumplir con un horario de oficina.

Si cualquier evento hubiese resultado diferente nunca hubiésemos estudiado juntos, quizás nos hubiésemos conseguido en otras clases o en otras materias pero me daba miedo pensar en mi vida sin alguno de ellos. Se convirtieron en mucho más que mi familia, ellos llegaron a mi vida para cambiarla y yo a la de ellos para volverla patas arriba.

No puedo enumerar la cantidad de veces que hemos reído, llorado, peleado y nos hemos reconciliado, no hay ni existen palabras para expresar lo mucho que los amo. Ellos son la prueba fehaciente de que los amigos son la familia que uno escoge.

Esta semana ya no somos 3 en clases, solo somos Elías y yo. Mi gordito tomó una decisión que cambiará su futuro y espero de todo corazón que sea para su crecimiento personal y profesional. No solo lo digo porque es mi mejor amigo sino porque se lo talentoso que es, lo buena persona que es y lo enorme que es su corazón, se merece lo mejor del mundo e incluso así sería muy poco.

Debo confesar que he estado muy triste, en especial cuando nos ha tocado hacer pequeños trabajos grupales y casualmente (¿o causalmente?) son grupos de 3. Nuestro tercer pilar por ahora no está y me siento como una mesa coja, desequilibrada...

Pero no quiero terminar este post de manera triste, quiero decirme a mi misma y compartir con quienes se toman la molestia y el valioso tiempo de leerme: los cambios siempre son para bien y que aunque a veces duelen nos traen sorpresas maravillosas que como seres humanos, mortales e insignificantes que somos, somos incapaces de ver las bendiciones que nos esperan pacientemente más adelante, quizás a la vuelta de la esquina.

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PD: Manu, mi papi, te amo demasiado y aunque no te lo he dicho estoy súper orgullosa de ti.